
Qué lejos aquellos tiempos donde las bases del Premio Ortega y Gasset prohibían a los periodistas del diario presentarse a los premios que
otorga el propio diario y premiar piezas publicadas en ese diario. Qué lejos cuando, ante las arbitrariedades en nuestra redacción, pensábamos: siempre nos queda
El País, que no se achanta. Ayer me comentaba el colega JL*: no puedo con
El Mundo, he dejado de comprar
El País… ya no tengo diario. Hoy J*, otro colega: me aburro, me aburro, me aburro con los diarios. Pasa con tantos… Esto de hoy no es más que un síntoma de un cáncer –el partidismo, el sectarismo, la capillita, el autobombo, el caciquismo profesional…– que se come a los diarios acá.
Vean en
este post como está la cosa de mal.
Por suerte, la gente no es burra.
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