
Deberíamos aprovechar semejante aniversario para rever lo que hacemos en las facultades de comunicación y escuelas de periodismo iberoamericanas, casi todas ellas hijas de Navarra de un modo u otro. Es una lástima que hayamos dejado de enseñar cómo se cambia el mundo con la verdad para navegar en la comunicación, un fenómeno humano y social como la respiración o la fiesta. La universidad está perdiendo la prerrogativa de contener a los que dedicarán su vida a buscar la verdad. En lugar de aprovechar su fábrica de pensamiento para humanizar a los apasionados por la realidad, la dedica a producir comunicólogos. En lugar de estudiar la verdad y cómo llegar a ella, se enfrasca en tecnologías pasajeras y en fenómenos de consultorio. Y en vez de involucrarse con los lenguajes y las ideas que mueven el mundo, se mete en cuestiones de algoritmos y redes sociales.
Si. Después de 50 años, quizá sea el momento de volver al viejo Instituto de Periodismo, con todo su glamour impregnado de café negro y tabaco dulzón.
Una Escuela de Periodismo puede ser independiente o puede formar parte de una Facultad de Comunicación o de Letras o de Humanidades o de Ciencias Sociales. Y debería centrarse en el ser y no en el hacer del periodista.
2 comentarios:
Plas, plas, plas.
O
olé, olé, olé.
Gracias MAJ. Ya somos dos...
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