sábado, 11 de agosto de 2007

Internet es otro medio

Documento presentado para la discusión sobre el ingreso de los llamados "periódicos digitales" en ADEPA

Cuando apareció la fotografía todo el mundo pronosticó la muerte inminente de la pintura y el vapor sentenció a la navegación a vela. Sin embargo hoy hay más negocios con la pintura y más barcos de vela que nunca. Los primeros automóviles eran coches de caballos sin caballos y todavía en gran parte del mundo los llaman como cuando tenían caballos. Los primeros barcos de vapor tenían mástiles, botavaras y juanetes y todavía llamamos astilleros a las fábricas de barcos de acero. El primer cine es teatral. La primera foto es pictórica. Y los sitios webs de los diarios se parecen todavía al periódico. Es que al principio, la nueva tecnología no tiene un lenguaje propio y toma prestado el lenguaje del anterior (habría que leer más a Marshall McLuhan).

Pero hay una consecuencia más interesante todavía, que ya se está reflejando también en la propiedad de los diarios: los que inventaron los primeros automóviles no fueron los fabricantes de carros, que cuando vieron ese engendro decidieron competir con más caballos y quebraron. Hoy hay más velas que cuando solo se navegaba a vela pero los fabricantes de velas y barcos deportivos no son los mismos que los que construían balandras y bergantines.

Internet es otro medio, distinto y diferente de los demás y, por supuesto, del diario. Los sitios de los periódicos no son ni deben ser el diario en internet, pero eso no quiere decir que las empresas periodísticas no deben tener negocios en internet, como los tienen en otros ámbitos de la comunicación mediática. Será parecido en la medida en que se refleje la misma conducción o propiedad y las sinergias propias de la industria de contenidos a la que el diario, la radio, la televisión y el sitio web pertenecen. Como la radio no debería ser el diario por radio, el sitio web no debe ser el diario por internet. Diario de papel es un pleonasmo, como periodismo independiente. Periódico digital en cambio, es un contrasentido, como inteligencia artificial. Se han usado y se usan en periodismo metáforas prestadas por los diarios como Telediario, Rotativo del Aire o Edición Chiche, pero nadie piensa que esos programas de radio o televisión son periódicos (y no los dejarían entrar en ADEPA a pesar del nombre).

El 7 de febrero pasado Arthur Sulzberger provocó a los lectores del periódico israelí Haaretz: "En serio, no se si dentro de cinco años imprimiremos todavía The New York Times. ¿Y quiere saber algo? No me preocupa. Nuestro diario ya está cambiando, y el final llegará cuando la compañía decida no imprimir más la versión de papel" Para Sulzberger internet es el futuro de la prensa gráfica. Sus antepasados nunca cifraron el porvenir del NYT en la radio o la televisión: lo mantuvieron en el papel y lo hicieron riquísimo. No hay que ser profeta para saber que dentro de menos de cinco años los dueños del NYT no van a ser los Sulzberger, pero la cifra que pague el comprador se la deberán a sus abuelos.

¿Quién ha matado al diario? se preguntó, como un hecho consumado, The Economist hace un año. Al principio de la nota de tapa de la edición del 24 de agosto de 2006 cita el libro de The Vanishing Newspaper de Philip Meyer, que calcula que durante el primer trimestre de 2043 el último lector abandonará exhausto el último ejemplar de un diario en los Estados Unidos. Y contesta la nota de The Economist: está matando al diario la tecnología, la estructura del negocio, la gratuidad de la información y el acceso universal a las fuentes. Ninguna de estas circunstancias es una novedad en la industria ni en el periodismo. No está muerto el diario porque no muere el modelo documental. Cambia el modo de hacer diarios, de venderlos, de llegar al público, de hacer publicidad. Son los antiguos dueños de diarios los que no saben cómo enfrentar esa realidad.

Juan Varela, actual director de ADN.es (Grupo Planeta), le contestaba a The Economist en su blog Periodismo 21: "Es necesaria una nueva prensa. Los editores, ejecutivos y profesionales están obligados a cambiar la estructura del periodismo y del negocio para sobrevivir y medrar en el nuevo ecosistema de la información y los medios. El futuro es digital, móvil, audiovisual... pero también, y sobre todo, mucho más crítico y disperso. Mercado de nichos, no de gran consumo. Ese debe ser el eje del cambio de economía de la prensa de papel. El cambio informativo obliga a abrirse a la participación y la interactividad de los ciudadanos. No solo oír su voz, sino integrar sus criterios y aportaciones en la propia información. Ahora se llama periodismo de fuente abierta, pero el buen periodismo de siempre, el que se hundía en el debate público para encontrar la información allá donde estuviera y buscaba la verdad práctica con los ojos de su público. Solo eso ¡Y qué difícil es!".

Si internet es otro medio, será necesario estudiar las características de un sitio web y de sus usuarios para planear sus contenidos y no seguir pensando en captar a lectores de diarios. Cuáles son sus hábitos, cómo buscan y encuentran la información que les interesa. Los cibernautas usan arpón, mientras que los lectores de diario pescan con anzuelo. En internet se sabe lo que se busca, en los diarios se pesca lo que salga. Internet es submarino, el diario es de superficie. Con razón dice Nicholas Negroponte en Being Digital que los medios son diferentes corporizaciones del mismo mensaje. Pero además la información tiende a ser gratis, libre e independiente. Cuando los diarios –jaqueada su industria por el poder político o económico– no lo consiguen, estas condiciones se cuelan por otros lados (cfr. The Media Lab: Inventing the Future at M.I.T, por Stewart Brand, Penguin Books, 1987).

Lógicamente hay sinergias, como en otros medios. Habrá que buscar qué le aporta el diario al sitio web y qué no le debe aportar. No deberían ser las noticias el fuerte del sitio web, ya que el cibernauta las conoce; sabe que hubo una catástrofe en el aeropuerto de Congonhas y se sumerge a visitar los sitios que informan de otras catástrofes similares, sitios de aviones, de aeropuertos, listas de muertos y hasta el sitio de Al Qaeda, a ver si reivindica el atentando. La publicidad debe atender también a estas características de los cibernautas y a los avisos clasificados hay que encararlos estratégicamente. El día en que la mayoría de la gente tenga acceso a internet desde la casa, los diarios van a perder gran parte de sus avisos por palabras. Pero no está tan claro. De hecho, algunos sitios de clasificados tuvieron que salir en papel para vender sus avisos. Un concepto elemental en este tipo de información es el de las transacciones inmediatas. El que encuentra un producto en internet debe tener la posibilidad de comprarlo ahora mismo, o, por lo menos de señarlo y reservarlo.

El primer despegue del periodismo por internet son los weblog o sencillamente blogs. Un blog es un sitio web en el que se agregan (se postean) datos e información con la misma facilidad con la que se recibe y envía correo electrónico. Son servicios provistos por empresas como Google que permiten a cualquier persona tener su propio sitio web. También se los llama bitácoras, por ser como un diario de a bordo del blogero, pero los hay de infinidad de formas y estilos. Cuando los dirigen periodistas con trayectoria y buena información consiguen tráfico proporcionado a la calidad y la libertad de las noticias o del análisis que ofrecen, pero sobre todo por los aportes del público, que tantas veces sabe más de las noticias que los propios periodistas (cfr. We The Media, por Dan Gillmore, Editorial O´Reilly 2004). Los sitios web o los blogs (son género y especie) cuestan poco dinero o son gratuitos para el que los edita y para el cibernauta o lector. Además es muy difícil censurarlos y no se los puede extorsionar con la publicidad.

En el caso del diario, el papel (u otro material similar o sucedáneo) es esencial como soporte de su industria de contenidos. No es internet el futuro de los diarios ni va a ser su tumba. Hay que buscar el futuro de los diarios en el cambio de la escala del negocio, en los gratuitos y los populares, en la distribución y en las ventas. Los diarios se leen menos en la Argentina por las graves carencias en el sistema de distribución y en el precio; porque aburren con las mismas historias; porque los hacen prenseros y data entries y no verdaderos periodistas; porque claudican ante las presiones; porque no defienden a sus lectores de los abusos del poder. También porque no están unidos en la defensa de su industria y de su libertad.

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