viernes, 1 de septiembre de 2006

Las verdaderas amenazas a la libertad de prensa

Las habituales denuncias por amenazas a la libertad de prensa en la Argentina son muchas veces tan preocupantes como los factores climáticos: por distintos motivos siempre algún poder (o algún desequilibrado) cercena la libertad de prensa, pero la industria sabe capear el temporal y consigue filtrarse por los resquicios del poder o esquivar al chiflado ocasional. ADEPA, la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas, que tanto desvela al presidente Kirchner, se ocupa de ellas en declaraciones y advertencias, generalmente poco eficaces.

La publicidad del gobierno nacional, provincial o municipal se he convertido en nuestro país en una suerte de extorsión a la que muchas veces la industria se ha prestado con lamentables resultados: se trata, la mayoría de las veces, de publicidad innecesaria, cara y con el único fin de comprar la voluntad del medio en cuestión. En este contexto, cuando el poder retacea o retira la publicidad a los medios que critican su accionar, les hace un favor: los vuelve libres y los coloca frente a su verdadero negocio.

Otras amenazas, mucho más graves, pesan hoy sobre la libertad de prensa en la Argentina. Entre ellas parecen destacar tres:

1. La insolvencia económica de muchos medios, que los lleva a perder su independencia económica y caer en las maniobras de extorsión con la publicidad pública o privada. Las crisis económicas y financieras de los diarios se debieron en gran medida a la quiebra institucional y económica del país, pero no hay que soslayar los gruesos errores de pronóstico y de administración de las empresas periodísticas.

2. El sistema distribución y comercialización perverso y mafioso de los medios gráficos, amparado por leyes antiguas, injustas y poco republicanas, que asfixia a los diarios y les impide vender su producto con libertad. Debería reverse, demás, el sistema de auditoría de la difusión y venta de medios gráficos en la República Argentina.

3. La degradación cultural de la Argentina que aumenta cada año y hace difícil encontrar profesionales capaces de expresarse y público capaz de comprender los mensajes. Sin lenguaje no hay expresión posible, y la libertad de pensamiento se vuelve una quimera.

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